miércoles, 19 de septiembre de 2012

División XXX (Parte IX)


…Mientras pensaba eso, sentía como volaba boca arriba entre nubes grises y aire irrespirable, como si esnifara piedras, mi vida se iba apagando, todo por lo que había luchado se iba al garete en cuestión de minutos. Entre todo aquel huracán de pensamientos logre escuchar y por lo menos medio entender una serie de palabras lejanas.

-Aguanta, vamos a salir de esta – dice insuflándome aire que yo interpreto a veces como un beso por la delicadeza con la que lo hace.

Fuera, es decir fuera de mis propios pensamientos, las bombas caían y arrasaban todo lo que se encontraban, a estas alturas de la guerra ya no se sabia que bando bombardeaba tal o cual terreno, era una lucha encarnizaba, entre los soldados rasos como yo ya no había ideales de cualquier bando ya no había ideales, ya se mataba por matar, se ocupaban ciudades, pueblos y aldeas por ocupar, ya de eso se ocupaban los altos cargos desde sus despachos y los mas osados desde sus tiendas.  Todo el país arrasado por la barbarie hasta mi propia ciudad que según los noticieros de hace unos días -justo el día de mi huida- se había saldado el bombardeo de la ciudad por un barco alemán desde el puerto con se saldó con 19 muertos, 55 heridos y 35 edificios destruidos.  El llamado acorazado de bolsillo (no se por qué se llama así)  Admiral Scheer fue el culpable de esos doscientos disparos hacia el puerto y baterías que habíamos construido para defendernos de cualquier ataque, las cuales, algunas habían sido construidas en época árabe para defendernos de cualquier ataque pirata berberiscos. La Estación de tren, la sede de Cruz Roja Internacional, Socorro Rojo, el Hospital Provincial del siglo XVI, el Ayuntamiento, teatro Cervantes, la Catedral, las iglesias de San Sebastián, San Pedro…. Monumentos históricos arrasados por esos cabrones, sin contar las vidas humanas y la ruptura de familias abocadas a un dolor perpetuo.

No hubo más victimas en esos cuarenta y cinco minutos donde aquellos malditos bastardos alemanes tomaron represalias contra mi tierra en vez de la ciudad levantina de Valencia por ser  mi ciudad “de menos calidad naval” porque unos años antes, nada mas comenzado el conflicto estuvimos trabajando en una serie de galerías subterráneas  para refugiarnos de la metralla y las bombas, gracias al maestro Guillermo Langle.

No puedo respirar, me ahogo, me muero, se acabó todo, empiezo a convulsionar, mi “prisionero” me grita algo que no entiendo y pierdo el sentido. Así, completamente desnudo voy a cruzar el umbral entre la vida y la muerte, por fin voy a descubrir que hay al otro y lado, voy a comprobar si al final tiene razón mi amigo el seminarista de que al final vas a eso que llaman Paraíso donde no hay dolor ni nada que temer…

(Continuará)